Confieso que tengo sentimientos
encontrados con este disco. Después de dos obras maestras como fueron “Script
For A Jester’s Tear” y “Fugazi”, las ganas que tuve por aquel entonces de
disfrutar de una nueva dosis de dramatismo, soledad, desesperación, etc… en
forma de música, se me vieron un poco traicionadas con este trabajo. Encontré
un disco cálido, nostálgico, que reivindicaba amores perdidos, recuerdos de la
niñez, y unos aires celtas más que notables. Pero…. muy poco de esa rabia
contenida, de esa locura en forma de desesperación, de ese existencialismo que
dominaba los dos primeros discos.
Incluso
encontré a un Fish menos Fish que en otras ocasiones. Sin parte de ese agresivo
y gabrielesco tono suyo que daba miedo en algunas canciones. Un Fish reposado,
que se pasa gran parte del disco recitando en lugar de cantando.
El
primer sorbo de este trabajo engaña. Esa intro atmosférica con “Pseudo Silk
Kimono” parece que nos va a devolver a ese aura misterioso que Marillion tan
bien dominan. Eso solo un instante, pero un instante emocionante. Porque
“Kayleigh” nos descoloca por completo. Una canción pop en toda regla, de esas
que han abrasado las radio-fórmulas hasta conseguir que más de uno, entre los
que me cuento, ha llegado casi a odiar. Si, señores, fue la primera incursión
de Marillion en el mainstream, con lo que el misterio y el dolor de sus
anteriores obras quedaban casi diluidos. Una pena el abuso que han hecho con
este tema que, de no haber sido ametrallado sin piedad, podría hasta ser una
gran canción.
Pasado
el disgusto que nos provoca oir por enésima vez “Kayleigh”, nos encontramos con
otro golpe de efecto. Tampoco muy agradable. “Lavender” y su aire de canción
infantil, muy conectada con el título del disco, sigue impacientando a los fans
de la vieja guardia. A esos que queremos oir aullar a Fish.
Con
“Bitter Suite”, la parte más interesante del disco, se empiezan a arreglar un
poco las cosas. “Brief Encounter” es una de esos maravillosos tempos
atmosféricos en los que Mark Kelly se hacía dueño y señor del asunto, y te
proponía volar hasta donde tu imaginación quisiera. En mitad de esa orgía de
teclados, la guitarra de Rothery hace de las suyas, y hasta podemos distinguir
percusiones de cierto aire étnico. Pero se hace corto, muy corto este viaje.
Algo más de ese aire no le hubiera venido mal al disco.
“Heart
Of Lothian”, otra de las mini-suites que componen este disco, nos acerca al
lado más escocés y celta del disco. Una reivindicación, supongo, de Fish,
militante de las tierras altas donde los haya. Aunque también aquí encontramos
melodías semi-infantiles como “Wide Boy”, no muy afortunadas.
La
segunda parte se abre con otra exhibición de Kelly en “Waterhole (Expresso
Bongo)”, con más percusiones étnicas por ahí. Esta segunda parte esconde otro
de los momentos salvadores del disco, “Blind Curve”, con sus nueve minutos de
fantasía marca de la casa, y algún momento dramático, cortísimo, como en
pequeñas dosis, un goteo que a muchos nos hubiera gustado alargar.
Intrascendentes
las dos piezas que cierran, “Childhood’s End” y “White Feather”.
Con
este disco, Marillion empezaron a jugar en la Primera División, y eso les pasó
factura. Musical y personalmente. Algunos de sus miembros, Fish especialmente,
no asimilaron precisamente bien el pasar de tocar en antros y tugurios a llenar
estadios. Los excesos y roces ya empezaron a asomar en una banda que se había
dejado ya de muchos de los dramatismos y toques neo-prog que adornaron su primera época, y que se asomaba
tímidamente a otro tipo de rock, ése que gusta de aparecer en las emisoras FM
de medio mundo
Empezaban
a perder, y esto es una opinión personal, gran parte de la magia y el misterio.
¿¿¿ O quizá no????1987 |
Un
álbum casi conceptual con la historia de Torch, un supuesto
descendiente del bufón que adorna casi todas las portadas del grupo
hasta ese momento, sumergido en los problemas personales, los abusos
de drogas y alcohol, etc, bien refleja el ambiente que rodeaba a la
banda por aquel entonces. La música es casi una plasmación en
vinilio de lo que ocurría en Marillion a finales de los años 80.
Un mal digerido
éxito con su anterior trabajo, “Misplaced Childhood”, llevó a
algunos de sus componentes, especialmente a Fish, a una situación
casi límite, en la que el hacer buena música casi ya pasaba a un
segundo plano.
Curiosamente, esa
mala baba que se respiraba, y esa incomunicación en la que alguno de
los miembros había caído, fue el caldo de cultivo casi perfecto
para que Marillion retomaran, esta vez, esa senda tortuosa y
dramática con la que, hasta “Misplaced…”, todos les habíamos
identificado. Los temores, las inseguridades, los miedos, etc,
impregnan todo este disco. No hay mal que por bien no venga.
Marillion jugando al "Chapolo" |
En este trabajo
vamos a encontrarnos de nuevo con canciones reflexivas y crispadas
como la que abre el disco, “Hotel Hobbies” (atentos a esa
violencia sónica que se desata en este tema). La máxima expresión
del miedo, del terror, lo podemos notar en la monumental “White
Russian”, uno delos mejores temas que Marillion jamás han grabado,
y que cuenta las terribles condiciones en la que se puede llegar a
vivir privado de libertad, en un gulag, en una prisión, en un campo
de exterminio… tremendo ese “Where do we go from here ???” que
abre la canción. Los pelos como escarpias, señores, en el final de
este tema, con la guitarra de Rothery aullando un solo dramático,
los teclados de Kelly inundándolo todo, y Fish en un tono entre
agresivo y suplicante que da auténtico pavor. Toda una montaña rusa
de sensaciones.
“Going Under”,
que no fue incluída en principio en el vinilo, pero que si lo fue
posteriormente en las versiones en CD, es otro de esos temas que bien
podrían haber formado parte de “Script…” o “Fugazi”.
Algunos sonreímos con satisfacción al escuchar canciones,
maravillas acústicas como ésta. Hemos vuelto a casa.
También queda
algún poso del tipo de temas que tan bien les funcionaron en
“Misplaced”, como “Warm Wet Circle” o “Sugar Mice”, y
alguno de esos cortos, cortísimos momentos atmosféricos en los que
Mark Kelly se desboca.
“Incommunicado”
podría ser, sin lugar a dudas, la “Garden Party” de este disco.
Y momentos
intimistas, como los de la suave “Torch Song”, o “That Time Of
The Night”.
En
otras palabras, del blanco (“Misplaced…”), pasamos al negro.
Muy negro esta vez. Un álbum opresivo y claustrofóbico. Como debe
ser un buen disco de Marillion. El último con Fish, al que no
sabemos si terminaron expulsando del grupo, o decidió abandonar por
iniciativa propia.
A
partir de ese momento, todos conocemos la historia. Otro cantante,
otro grupo (como muchos opinamos desde entonces). Ya nada fue lo
mismo. Pero me alegro de que el final de esa maravillosa época fuera
un disco como éste.
Ritchie Moreno
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