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NOVEDADES |
El dúo Hess & Lesperance ha sido
una de las mejores cosas que le ha ocurrido al rock melódico en toda
su historia y sus ganas de no estancarse, probar cosas nuevas y
arriesgarse han sido constantes y bien recibidas por sus fans menos
intransigentes, ya que un puñado de ellos decidieron darles la
espalda hace veinte años cuando publicaron la que, para quien esto
escribe, es su obra maestra, “Voice of reason”.
Pero veinticuatro años después de su
debut, es la primera vez que escucho un disco con su firma que parece
haber seguido un patrón preestablecido, una fórmula más orientada
a satisfacer a oyentes clásicos que a buscar algún pequeño nuevo
giro. No me extraña, a la par que lo hace, que uno se ponga a leer
críticas de este trabajo y todo sean alabanzas, ya sean de fans que
llevaban pidiendo un disco que emulara el espíritu de “Mood
swings” como de algunos como yo que disfrutaron con el ya
mencionado “Voice of reason” o el controvertido y vapuleado (y yo
añado buenísimo) “Big bang theory”.
¿Acaso estamos ante un mal disco? No,
en absoluto, malo y Harem Scarem son agua y aceite. No se puede
utilizar ese calificativo cuando uno escucha esas partes de guitarra
iniciales de “Garden of eden” que son puro Lesperance, la potente
voz de Hess y los característicos coros apuntalados por Darren Smith
que, si bien giró con ellos tras los tambores para celebrar el
aniversario y regrabación de “Mood swings”, aquí deja dichas
labores al que es batería fijo desde la etapa Rubber, Creighton
Doane (yo hubiera preferido a Darren de nuevo. No tengo nada en
contra de Doane ya que hace muy bien su trabajo, pero Smith tiene un
ataque más enérgico y además en directo le da un plus al grupo con
el espectáculo que ofrece).
“Live it” sigue los mismos
derroteros y ahí empieza mi falta de entusiasmo, todo suena bien,
pero son dos temas y ninguno se queda retumbando en la cabeza ni me
sorprende mínimamente, cosa que arregla “Early warning signs”,
con un toque más moderno, un estribillo que a día de hoy, tras
muchas escuchas, es el único que no me saco de la cabeza y tiene uno
de esos pequeños y maravillosos solos tan técnicos como melódicos
que Lesperance sabe sacarse de la chistera.
En la parte más
suave, “Whatever it takes”, que Hess conduce con una bonita
melodía de piano, es la que se lleva el gato al agua, pero resto del
disco no consigue encandilarme. Insisto, no es malo, no hay ningún
tema que se pueda decir que no es agradable escuchar, pero yo cuando
suena “Saints and sinners” tengo la sensación de estar ante una
canción concebida como si hubiera podido entrar en “Mood swings”.
Al menos para el cierre se guardan “Stardust” que es uno de los
momentos que encuentro menos genéricos y su mezcolanza de sabor
melódico clásico, filo moderno, el toque dramático antes de entrar
en un buen coro y unos arreglos tipo Queen que añade Lesperance para
arropar su solo, la convierten en una pequeña delicia.
No sé cuánto durará esta nueva
andadura, pero espero que sea larga y fructífera y en la siguiente
entrega haya alguna nueva sorpresa, aunque incluso si no la hay, el
nivel de los temas que factura esta pareja de privilegiados músicos
está bastante por encima de la media.
Albytor
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