George
Lynch es un guitarrista brillante pero difícil de entender. No
sabemos muy bien si por sus inquietudes o por su afán de intentar
adaptarse a los tiempos a cualquier precio, consiguió hacer que a
finales de los 90 tanto Dokken, con “Shadowlife”, como sus
propios Lynch Mob, con el apropiadamente titulado “Smoke this”,
tocaran fondo de manera esperpéntica.
Su
carrera siguió dando tumbos durante casi toda la primera década de
este nuevo siglo hasta que en 2009 recuperó a Lynch Mob con un disco
tan cargado de buenas intenciones como falto de temas con gancho,
“Smoke and mirrors”. Pero esta vez parece que su idea es seguir
dándole continuidad y prioridad al grupo mientras sigue ocupado en
proyectos que no la tienen o no gozan de notoriedad (en este último
aspecto, podemos dejar aparte el caso del único y buen disco de KXM
hasta ahora) y tras haber publicado dos más que estimables EPs entre
2012 y 2014, ahora vuelve con un disco completo, “Rebel”, que sí
da en la diana.
Lo
primero que llama la atención nada más empezar el cd, con
“Automatic fix”, es que se aprecia una mimada producción que
permite disfrutar de un sonido limpio y potente, en el que se pueden
distinguir cada uno de los instrumentos. Ese inconfundible tono de
Lynch y la voz de un Oni Logan cuyas idas y venidas desde la reunión
parecen no haber hecho mella en la relación final entre el cantante
y el guitarrista, respiran en armonía con el contundente y metálico
bajo del ex compañero en Dokken y amigo de Lynch, Jeff Pilson, y el
gran trabajo de un excelso Brian Tichy a la batería.
Puede
que aquellos excesivamente puristas no comulguen con este sonido que,
pese a ser clásico de Lynch Mob, a estas alturas no va a ser una
copia de “Wicked sensation” y en el segundo tema, “Between
truth and the lie”, el aire más actual incluso puede recordar al
“Dysfuncitonal” de Dokken, cuyo conjunto podrá gustar o no, pero
veinte años tras su publicación no suena fuera de lugar y lo mismo
pasará con “Rebel”.
Si
bien es cierto que no encontramos temas de tempo más rápido hasta
que llega el cierre con “War”, que es uno de los mejores del
disco y en el cual Lynch se suelta por completo y nos ofrece un
tremendo solo cuya duración nos devuelve a los días en los que no
había complejos a la hora de grabarlos, el conjunto goza de
homogeneidad y hay momentos para incorporar algún toque funky en
“Pintree avenue”, inequívocamente clásicos en “Jelly roll”
y trazos oscuros en uno que podría pasar por una balada sin azúcar
como es la deliciosa “The ledge”.
Es
fácil decir que por fin estamos ante un disco que hace justicia a lo
que supusieron lss dos primeras obras de Lynch Mob tras veinte años
de espera, pero también hay que dar crédito a George Lynch por
habernos entregado un disco que le hace a uno volver a disfrutar del
hard rock con pasión, y que es un género en el que no abundan
discos redondos. Este lo es.
Albytor
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