A algunos el debut de Flying Colors nos
dejó impresionados. Cuando se anunció el nombre de este nuevo
proyecto de músicos de primera fila e intachable reputación, la
sensación era de curiosidad por el hecho de contar con un cantante
desconocido (bueno, seguro que habría alguien fuera nuestro mundillo
que conocía a Alpha Rev) pero de esperar un disco con influencias
clásicas de grandes del progresivo setentero típicas en las
colaboraciones de Neal Morse y Mike Portnoy.
Pero no, lejos de
aquello su propuesta, aunque de carácter prog, sonaba refrescante,
diferente y bastante directa, la aportación de Steve Morse y su fiel
compañero de fatigas musicales, Dave LaRue, más la voz de Casey
McPherson, sin duda influyeron.
Y aquí estamos, dos años después,
con “Second nature”.
Si bien es cierto que una primera
escucha, y ya perdido el factor sorpresa, el disco puede resultar
menos directo, sí que termina siendo uno de esos trabajos que van
dejando un poso indeleble en sucesivas escuchas y termina estando al
nivel de su predecesor.
“Open up your eyes” es sin duda un
tema progresivo de pies a cabeza pero sus doce minutos de duración
están muy bien aderezados. Ese delicado piano que lo abre y al que
Steve Morse va doblando con su guitarra será la base melódica para
un plato en el que cada músico va añadiendo sus ingredientes, como
La Rue especiando por encima del resto con un slap, McPherson
suavizando con su personal voz para evitar que los menos glotones se
empachen y Portnoy batiendo la mezcla de manera constante para que no
se apelmace. Una delicia para chuparse los dedos.
Otro punto a favor del grupo es su
permeabilidad a sonidos actuales. “Mask machine” tiene claras
influencias de Muse, un grupo del que Portnoy es fan (en Dream
Theater aparecieron sus ecos) y cuya impronta en el ritmo con el que
LaRue abre la canción es palpable. El riff con el que le sigue Steve
Morse es de los pegadizos y su solo marca de la casa.
“Bombs away” arranca con las
guitarras intercambiando impresiones en cada canal como si
mantuvieran una conversación en la que el bajo pareciera querer
unirse. Es un inicio que marca la línea a seguir durante gran parte
de su duración, pero tiene algunos giros insospechados, como el que
viene tras su estribillo utilizando el nombre del tema y desembocando
en otro, digamos, “falso” con un McPherson imprimiendo un toque
dramático.
Además, y como muestra de las influencias de los
clásicos, hay un pequeño pasaje de claras influencias de Kansas,
algo que también pasa en el inicio de “A place in your world”,
una de esas canciones que junto a “Lost without you” o “The
fury of my life” ya se pueden considerar la seña de identidad del
grupo, sonido progresivo pero con un claro toque pop rock y
estribillos melódicos.
“One love forever” pone la nota
diferente con sus aires celtas y “Peaceful harbor” la delicadeza
con un Casey que emociona en su parte inicial y unos coros femeninos
épicos en su parte final. Y hablando de final, queda la otra gran
canción progresiva del disco, “Cosmic Symphony”, que pese a lo
que pueda pensarse al pensar en su extensa duración (doce minutos) y
viendo de quienes hablamos, no es un número estándar.
Formada por
tres segmentos, los músicos se ponen al servicio de la canción, su
primera parte es tranquila, con Portony haciendo de metrónomo, los
teclados tocando una misteriosa melodía y Steve Morse haciendo
pequeños arreglos con Dave LaRue saliendo a la palestra para mostrar
sus dotes a las cuatro cuerdas.
Su segunda parte, más vocal, con
Neal Morse a la cabeza hasta que el grupo “explota” en armonía,
Morse nos regala uno de sus inconfundibles solos (no nos perdamos de
nuevo a LaRue esta vez al fondo) y el tema avanzará hacia su
melódica, magnética y bella parte final.
En fin, que hablamos de un trabajo que
requiere más paciencia para el oyente (algo que cada vez parece ser
más difícil de encontrar ante tanta oferta), seguramente no tan
fácil como el debut para los menos iniciados en el prog, pero sin
duda de una gran riqueza una vez se mete en tu cabeza.
Albytor
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