Una
vez más y van … la capital cántabra nos ofrecía la posibilidad
de poder disfrutar de unos legendarios músicos.
En
esta ocasión -no como en las precedentes- existía un “pequeño
inconveniente” el evento estaba programado para un viernes. Ese
inconveniente tenía la competencia de la ilusión, ante la cual
tenía todo a perder, como así fue finalmente.
En
este tipo de situaciones vale más coger la manta y liártela a la
cabeza, pensando única y exclusivamente en lo que uno puede
disfrutar y no estar dispuesto a perdérselo. Así qué, carretera y
manta ahora que la conexión astur-cantabra esta más cerca, o es la
cantabra-astur la que se acercó? Sea como fuere, la
comunicación entre ambas ha mejorado, pero dejémonos de conjeturas
absurdas y vayamos a lo verdaderamente que nos interesa.
Llegados
a lugar correspondiente con tiempo prudencial antes de comenzar el
evento, ya solo quedaba dejar que las manecillas del reloj fueran
acercándose a la hora señalada por la organización.
La
hora indicada hacía sobre nuestros relojes, y la
confusión sobre la misma se instalaba en nuestras cabezas. Mientras
las entradas marcaban la actuación de dos grupos anteriores a los
alemanes, por el escenario no aparecía nadie. Con lo qué
dilucidamos que los llamados Maxxwell se caerían finalmente del
cartel.
Ese
era el verdadero motivo del retraso sobre la actuación de
Fyre! Previsto para las 21:30 dio comienzo a las 22 h.
Fyre!
Es la banda encabezada por la argentina Alejandra Burgos, bien
secundada por dos ex Metalium, Tolo Grimalt (guitarra) y Lars Ratz
(bajo) y un joven baterista, Tomás Vidal.
Fueron
la banda elegida para abrir la velada, y aprovecharon -como no- para
presentarnos su disco debut “ Missy Powerful”.
Una
buena puesta en escena gracias a la garra, entrega y pasión por
parte de la front woman argentina, que se mete al público en el
bolsillo gracias a su saber hacer y a su simpatía. Ella, con sus
movimientos se gusta, con sus contoneos, se deja gustar y acaba
atrapándonos. Tanto es así que el respetable les ovaciono al
despedirse e incluso les pidió un último bis final. Para la ocasión
interpretaron, lo que para un servidor fue un deslucido “Stairway
to heaven”. Personalmente, aparte de la entrega de Alejandra es un
grupo que no me transmite nada musicalmente hablando. Una banda para
calentar el ambiente en conciertos de esta índole y poco más.
Después
de este pre-calientamiento, un tiempo para otear el ambiente que se
respira en los aledaños y comprobar que había más románticos que
juventud entre los asistentes. A escasos minutos del comienzo aún
comprobábamos como seguía llegando gente para dar a la
sala el aspecto que verdaderamente se merecía la ocasión. Con la
sala prácticamente llena, no demore más
para buscarme una buena ubicación para poder ver in situ
al genio alemán a menos de diez metros.
Las
luces se apagaron y la ansiedad se apoderaba del ambiente. Esa
ansiedad no tuvo mejor medicina que la ofrecida por el “Doctor,
Doctor”. Que mejor carta de presentación que uno de los mayores
temas compuestos por el mago alemán. Nadie en sus cabales hubiese
apostado ni un misero céntimo por este comienzo tan aplastante.
Apoteósico.
“Where
the wild winds blow” de su, hasta la fecha último álbum “
Bridge the gap” hace las veces de preludio ante temas clásicos de
las distintas formaciones de los integrantes del grupo. “Armed and
Ready” “Natural thing” “Victim of Illusion” hacen
que los paladares más exigentes se relamen. Que felicidad!. Ver una
banda de estas dimensiones disfrutar encima de un escenario. Clase,
elegancia, y una superioridad acorde con lo que en su día han sido y
siguen siendo.
Parece
que han hecho un pacto con el diablo para rejuvenecer cuanto menos
unos quince años. Una actitud encomiable desde el comienzo que no se
puede más que agradecer.
“Lovedrive”
y un colosal “Coast to Coast” son el primer guiño hacia los
Scorpions más clásicos, dan paso para volver a la etapa más actual
y nos ofrecen ese tema en honor al inmortal Ronnie James
Dio “Before the devil knows you’re dead” con el que Doggie
White insta al público a acompañarle en el ritual gesto de la “mano
cornuta”.
“Lord of the lost and lonely” la que un servidor considera mejor canción del disco “Bridge the gap” con esas melodías propias marca de la casa Schenker, hicieron bajar por momentos la intensidad del show como no podría ser de otra manera. Tal vez ante el desconocimiento de la mayor parte del público anclado en su etapa más clásica y otros perdidos ante el maremágnum de discos editados.
“Lord of the lost and lonely” la que un servidor considera mejor canción del disco “Bridge the gap” con esas melodías propias marca de la casa Schenker, hicieron bajar por momentos la intensidad del show como no podría ser de otra manera. Tal vez ante el desconocimiento de la mayor parte del público anclado en su etapa más clásica y otros perdidos ante el maremágnum de discos editados.
Sea
como fuere la situación se reconduce con tres clásicos más a modo
de grandes éxitos. “Let it roll” “Shoot, shoot” e “Into
the arena” ese tema instrumental, con el cual Michael demuestra
toda su ya conocida maestría y destreza a las seis cuerdas. Pero
sobre todo deja en evidencia que no hace falta ser el mayor de los
virtuosos corremastiles para ser un guitarrista de otro planeta.
Único, en cuanto a las melodías de sus solos, es ahí donde se
muestra insuperable pasen los años que pasen.
“Vigilante
man” nos descubren un adelanto de lo que será un nuevo disco de
este proyecto- por el que pocos aventuraban tanto tiempo entre
nosotros- muy en línea de lo que han grabado con anterioridad... “To
hot to handle” pone a prueba nuestras gargantas bastante machacadas
de corear tantos clásicos durante lo que llevamos de concierto.
“Rock you like a hurricane” no hace más que constatar que en los
temas de Scorpions es donde White sufre más. Y es que Meine es mucho
Klaus.
“Rock Bottom” esa canción. Esa canción, que cualquier rockero que se precie debe tener entre sus elegidas como mejor canción de la historia del rock. “Lights Out” forma el primer bis, momento de flaqueza de Doggie, para el que parece que en la sala no tiene el suficiente oxigeno. Posteriormente se repone y nos ofrece un tema a la altura del concierto. Segundo y último bis, “Blackout” que no hace más reafirmarnos los problemas de Doggie para llegar a ciertos tonos. De todas maneras y después de lo visto y ofrecido son más que disculpables.
“Rock Bottom” esa canción. Esa canción, que cualquier rockero que se precie debe tener entre sus elegidas como mejor canción de la historia del rock. “Lights Out” forma el primer bis, momento de flaqueza de Doggie, para el que parece que en la sala no tiene el suficiente oxigeno. Posteriormente se repone y nos ofrece un tema a la altura del concierto. Segundo y último bis, “Blackout” que no hace más reafirmarnos los problemas de Doggie para llegar a ciertos tonos. De todas maneras y después de lo visto y ofrecido son más que disculpables.
Las
luces del escenario se apagan y dan paso a la luz blanca de la
sala lo que permite ver los rostros de satisfacción,
emoción y el sudor compartido después de tal tamaño concierto que
para muchos quedara guardado de por vida en la “retina
mental”.
Una
banda que vive una nueva juventud que desprende ganas y
humildad con un repertorio aplastante, una apuesta ganadora 100% que
hace las delicias de los más exigentes. Si bien, alguien podría
oponerse diciendo que van a lo fácil y que no arriesgan. Pero su
grandeza es tan grande ….. que a estas alturas pocos músicos
coetáneos suyos pueden llegar a emocionarte como ellos lo consiguen.
Doggie
White cumple su papel incluso mejor de lo que un servidor se
esperaba, como decía antes sufre en los temas de Scorpions y es en
los de UFO donde más cómodo se le ve. Francis Bucholz y Herman
Rarebell, base rítmica de los Scorpions más clásicos están en una
forma envidiable para su edad, y dispuestos a aprovechar esta nueva
oportunidad que el rock les ha dado.
En los temas de Scorpions parecen dar un paso al frente como haciéndolos suyos - en cierta manera lo son- obviemos la estética de Herman con esa camiseta de deporte como el que va a jugar un partido de solteros contra casados. Wayne Findlay, el escudero de lujo a los teclados y guitarras rítmicas, excepto en los temas de Scorpions en los que el propio Michael le cede el honor de todo el protagonismo, muy sobrio durante toda la actuación.
En los temas de Scorpions parecen dar un paso al frente como haciéndolos suyos - en cierta manera lo son- obviemos la estética de Herman con esa camiseta de deporte como el que va a jugar un partido de solteros contra casados. Wayne Findlay, el escudero de lujo a los teclados y guitarras rítmicas, excepto en los temas de Scorpions en los que el propio Michael le cede el honor de todo el protagonismo, muy sobrio durante toda la actuación.
Hablar
de Michael a estas alturas me parece una incongruencia. De todos es
sabido que si su estado físico y mental confluyen en el mismo punto
es uno de los más grandes, por no decir el mejor guitarrista que hay
en la actualidad. Con este proyecto parece que ha echado el freno de
mano a su particular montaña rusa, se ha asentado y ese punto
confluye.
Es otro Michael, que ha rejuvenecido como una veintena de años y se le ve disfrutar encima de un escenario y no deja de tener una sonrisa de oreja a oreja. No le estorba ni su gorro inseparable después de más de hora y media de actuación.
Es otro Michael, que ha rejuvenecido como una veintena de años y se le ve disfrutar encima de un escenario y no deja de tener una sonrisa de oreja a oreja. No le estorba ni su gorro inseparable después de más de hora y media de actuación.
Su
efigie con la Gibson flying V es inmortal. Un músico de otro
planeta.
Mientras
muchos de sus contemporáneos se arrastran sobre los escenarios, el
volátil alemán borra sus malos momentos y no hace más que
acrecentar su leyenda.
Después
de una clase magistral de rock, el trayecto de vuelta a
casa se hace incluso más corto- como si hubiesen acabado el tramo de
autovía que falta para nuestra disposición- la falta de horas de
descanso al día siguiente son insignificantes, una mera anécdota.
Ya se sabe, sarna con gusto no pica y este tipo de sarna me encanta!
Quiero otra ración, Santander.
Días
después la emoción aún me embarga y mi veneración y devoción
hacía el pequeño de los Schenker es aún mayor si cabe.
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