1982 |
A Rush ya
se le empezaban a notar, demasiado, los tonteos con la tecnología en
su anterior trabajo, “Moving Pictures”. Unos tonteos que
supusieron que los seguidores más tradicionales de la banda
empezaran a mosquearse un poco con la profusión de sintetizadores y
artefactos digitales que pululaban en ese disco. Ese tonteo se
convirtió en algo ya institucionalizado en este disco. Geddy Lee se convirtió no solo en uno de los mejores bajistas del planeta, sino
en un consumado teclista. Pero, ojo, puso esos teclados al servicio
de la magia de Rush, creando atmósferas que hubieran venido muy bien
en anteriores trabajos de la banda.
“Subdivisions”
ya, de entrada, te sumerge en esas atmósferas. Majestuoso el riff
sintetizado. Majestuosa la guitarra de Lifeson, de la que algunos
dicen quedó seriamente perjudicada en este trabajo. No estoy de
acuerdo, para nada. Los que esgrimen esa falacia deberían ajustar
bien el ecualizador de su cadena musical. Igual se encuentran con
riffs y efectos que ni hubieran imaginado que estaban. Por cierto, el
trabajo de producción de Terry Brown (el cuarto miembro del grupo,
todavía, por aquel entonces), y el sonido del disco,
extraterrestres. Hablamos de 1982, y hay pocos discos que tenga o que
haya escuchado, con un sonido siquiera aproximado.
Un tema que
habla de castas, tan de moda en estos días. De cómo has de
integrarte forzosamente en una sociedad que te considerará un
elemento extraño de no hacerlo. El mundo está subdividido en
clases, y a algunas no podrás aspirar de ninguna de las maneras.
¿Ciencia Ficción? No, amigos. Realidad y actualidad absolutas.
Sería una inmejorable banda sonora para un libro como “Un Mundo
Feliz”, de Aldous Huxley.
Volvemos al
asunto de las guitarras. En “The Analog Kid” se demuestra,
absolutamente, que Lifeson no quedó relegado a un segundo plano, ni
mucho menos. El riff potente y rápido de este tema, y el solo, uno
de varios que contiene este disco, excátedra, son para quitarse el
sombrero. Un viaje a la infancia, tipo “Red Barchetta”.
El inicio
de “Chemistry”… ¿qué se puede decir? No creo que haya quedado
mucha gente que haya podido mantener la boca cerrada con ese inicio
una vez lo haya oído. Lifeson sigue empeñado en cerrar bocas, pero
por otro motivo que ya hemos tocado. El solo, corto, con el que
adorna, aún más, este tema es quizás el mejor que le haya oído yo
a este hombre, con permiso de “La Villa Strangiato”. La vida es
pura química, amigos.
Y
ahora empezamos a tocar el tema de las influencias. Externas. Si, en
“Digital Man”, cosas como el reggae…. bueno, yo diría que, más
que el reggae, un grupo absolutamente de moda por aquella época. The
Police. Los tres canadienses supongo que no pudieron escapar tampoco
de ese bombazo con el que los tres rubios británicos asolaron el
mundo. Lo perdonamos porque The Police eran un grupazo, aunque en
otros menesteres, y porque esos adornos policíacos le quedaron que
ni pintados a un tema como éste. Hay tramos de esta canción que
parecen, directamente, sacados de “Walking On The Moon”… eh,
Geddy ???
“The
Weapon”, supuesta segunda parte de “Fear”, nos golpea con un
potente riff de Lifeson, y con una sección central muy dominada por
los teclados y la tecnología. El miedo siempre ha sido el arma más
potente.
De nuevo
reminiscencias policiales en el tema quizás más comercial del
disco, “New World Man”. Con ello comenzó la costumbre de incluir
un tema, más o menos comercial, más o menos accesible, en las
segundas caras de los discos de Rush. No por ello desentonando con el
resto del material.
Otra joya,
la melancólica “Losing It”, a continuación. De cómo el paso
del tiempo va minando las habilidades que, en otras épocas, todo ser
humano posee. A destacar en esta canción el delicado pero magistral
toque del violín eléctrico, cortesía de Ben Mink. Una absoluta
delicia.
Y,
para finalizar, nos vamos al espacio. No podía ser de otra manera.
Toda esta tecnología tenía que terminar en un proyecto como
“Countdown”. Los tres canadienses tuvieron la oportunidad de
visitar diversas instalaciones de la NASA, donde supongo quedarían
totalmente cautivados. Y lo reflejaron, de que manera, en este
tremendo tema, una fiel crónica de cómo deben ser los momentos
previos a un lanzamiento espacial. Todo ese ajetreo, helicópteros
sobrevolando el cielo, voces por radio que surgen de todas partes,
una línea de bajo por parte de Lee de las más potentes que le oído
a este hombre, Lifeson y sus riffs…. Un disco no debería cerrarse
con un tema así. Te quedas con ganas de más.
Y, estarán
Vds preguntándose…. Peart ??? Pues Neal dando una de sus
exhibiciones baterísticas y letrísticas. Siendo el verdadero alma
en la sombra de Rush. Neal idea e imagina, y Lee y Lifeson ejecutan.
Tan sencillo, y tan complicado al mismo tiempo, como eso.
Insuperable.
Espero
hayan disfrutado Vds del viaje que les he propuesto. Lo único que ha
pretendido este humilde redactor es descubrirles, a los que no lo
hayan hecho aún, algo que, de perderse, habrán lamentado toda la
vida. Y a todos aquellos, muchos, que por fortuna hemos crecido con
este artefacto al lado, recordarles que discos como éstos son los
que te explican por qué amas el rock’n’roll.
Ritchie Moreno
A mediados del año 1984 salía a la
venta el álbum más controvertido de Rush hasta la fecha. Grace
under pressure fue un disco valiente mediante el cual nuestros amados
Lee, Lifeson y Peart intentaron expandir mercado y horizontes
musicales a un tiempo.
Lo cierto es que en los discos anteriores ya se apreciaba cierto aperturismo, en forma de experimentos sonoros y sutiles acercamiento a otras músicas. Sin embargo lo que quizás llame más la atención en este álbum sea el cambio de productor, ya que el grupo prescindió de los servicios del gran Terry Brown con el que habían grabado la mayoría de sus discos y que prácticamente podríamos considerar el cuarto integrante de la banda hasta ese momento.
Finalmente el encargado de los controles fue Peter Henderson, buen productor que había hecho grandes labores con gente como Frank Zappa o Wings. El sonido conseguido es más luminoso, con una importancia de los teclados creciendo de forma exponencial en relación con obras anteriores, dinámica que continuarían en sus dos discos posteriores.
Un trabajo deudor de la década de los ochenta y no sólo en cuanto a sonido. Las influencias de grupos como The Police o Talking Heads le darían frescura y una nueva vida al sonido del grupo. En cuanto a temática se refiere podríamos decir que hablamos de un álbum conceptual, pero no en el sentido tradicional del término. Las canciones versan sobre las reacciones humanas frente al stress y presiones de diferente índole así como los miedos latentes en el tramo final de la guerra fría.
Lo cierto es que en los discos anteriores ya se apreciaba cierto aperturismo, en forma de experimentos sonoros y sutiles acercamiento a otras músicas. Sin embargo lo que quizás llame más la atención en este álbum sea el cambio de productor, ya que el grupo prescindió de los servicios del gran Terry Brown con el que habían grabado la mayoría de sus discos y que prácticamente podríamos considerar el cuarto integrante de la banda hasta ese momento.
Finalmente el encargado de los controles fue Peter Henderson, buen productor que había hecho grandes labores con gente como Frank Zappa o Wings. El sonido conseguido es más luminoso, con una importancia de los teclados creciendo de forma exponencial en relación con obras anteriores, dinámica que continuarían en sus dos discos posteriores.
Un trabajo deudor de la década de los ochenta y no sólo en cuanto a sonido. Las influencias de grupos como The Police o Talking Heads le darían frescura y una nueva vida al sonido del grupo. En cuanto a temática se refiere podríamos decir que hablamos de un álbum conceptual, pero no en el sentido tradicional del término. Las canciones versan sobre las reacciones humanas frente al stress y presiones de diferente índole así como los miedos latentes en el tramo final de la guerra fría.
El álbum arranca con Distant early
warning, canción que nos habla de la amenaza de una hecatombe
nuclear y de cómo debería enfrentarla la humanidad. Un tema
imprescindible que desde el principio sienta las bases de lo que es
esta obra, esto es, armonías de teclado y guitarra muy trabajadas,
estribillos con grandes melodías, una base rítmica de escándalo,
poderosa y retozona a un tiempo y unas letras de gran nivel lírico.
Podemos comprobar que la voz de Lee se escucha más amable y
accesible que en los discos anteriores y la guitarra de Lifeson va
cediendo protagonismo a los sintetizadores, cosa que a la larga les
traería algún que otro problema como grupo.
Afterimage diserta sobre la manera en
que las personas pueden encarar la pérdida de seres amados. En lo
musical es un bello medio tiempo con un gran trabajo de guitarras,
algunas pinceladas de reggae que insuflan vitalidad y optimismo a una
cuestión tan penosa y una sentida letra que rinden homenaje a un
amigo perdido.
"GRACE UNDER TOUR" !!! |
Red sector A es uno de los puntos
álgidos del álbum, un tema imperecedero, basado en las vivencias de
la madre de Lee durante la segunda guerra mundial y narrado en clave
de distopía futurista. Una bellísima canción con un gran progreso
armónico y melódico, en la que los sintetizadores juegan un
importante papel.
The enemy within es un gran tema con
base ska, orientado por una gran línea de bajo y con unos
interesantes teclados ambientales a modo de puente. Enmarcada dentro
de la serie de canciones Fear que Rush grabarían a lo largo de los
años, el tema principal es el combate interno que nos enfrenta a
nuestros propios miedos y la necesidad de superarlos.
The body electric es una divertida y
directa canción, con un gran solo a cargo de Lifeson y una base
rítmica poderosa. También es de destacar el gran estribillo en
código binario, de los que no se olvidan.
Kid gloves es un buen medio tiempo en
el que las guitarras de Lifeson cobran gran protagonismo, dejándonos
unos solos para el recuerdo. Un tipo de tema que cobraría más
protagonismo en futuros álbumes del trío, sobretodo en la década
de los noventa.
Red Lenses tiene grandes momentos como
ese ritmo sincopado a cargo de Peart y una muy buena línea de bajo.
El tono humorístico de la letra es de agradecer.
Como cierre del disco nos encontramos
con Between de wheels. Un estupendo tema, con un soberbio trabajo
instrumental y una muy buena conjunción entre los teclados de Lee y
la guitarra de Lifeson.
En definitiva, un muy buen disco,
deudor de su tiempo, tanto en sonido como en temática, que puede no
ser el favorito de mucha gente, pero que atesora una calidad fuera de
toda duda. Los sonidos progresivos se iban dejando atrás de manera
paulatina al tiempo que se sumergían en conceptos más cercanos a la
New Wave.
Un álbum muy entretenido, con diferentes matices sonoros y que funcionó bastante bien a nivel comercial. Un disco a reivindicar, que bien puede ser el mejor que grabaron en esa década, si exceptuamos el Moving pictures, claro.
Un álbum muy entretenido, con diferentes matices sonoros y que funcionó bastante bien a nivel comercial. Un disco a reivindicar, que bien puede ser el mejor que grabaron en esa década, si exceptuamos el Moving pictures, claro.
Odiseo Haller
En su continua búsqueda de sonidos y
territorios inexplorados, Lee, Lifeson & Peart dieron una nueva
vuelta de tuerca a su música en “Power windows”.
Era una época en la que en la música
rock y pop la tecnología entró de lleno con teclados y
sintetizadores, en algunos casos como un elefante en una cacharrería
y en otros adaptándose a lo que el grupo quería buscar. Los
canadienses no fueron ajenos a este fenómeno y lo que ya empezó a
despuntar en “Signals”, y prosiguió en “Grace under pressure”,
terminó teniendo la mayor parte de protagonismo en este disco.
En un jugada más que acertada en
grupos progresivos para no caer en la repetición de esquemas (
conseguir que alguien te saque de tu zona de confort y te fuerce a
probar cosas nuevas), Rush volvieron a cambiar de productor y
ficharon a Peter Collins ya que, según él mismo llegó a comentar,
querían a alguien que estuviera involucrado en los adelantos
tecnológicos y sonidos como los que sacaba Trevor Horn.
Es suficiente escuchar el arranque de
“The big money”, con los sintetizadores manejados por Lee
acaparando todo el protagonismo, para saber lo que nos vamos a
encontrar a lo largo del disco. Una producción cristalina, un sonido
limpio, con un Geddy Lee cantando en tonos menos agudos y más
melódicos (¿hace falta decir algo de su labor al bajo?), un Peart
tan acertado como de costumbre jugando de nuevo con parte de su kit
electrónico pero adaptando como siempre su maestría a las
canciones, y un Lifeson con menos distorsión pero no por ello
dejando de hacer un gran (e infravalorado) trabajo en este disco.
“Grand designs” incide en los ecos
ska que ya aparecieron en “The enemy within” de “Grace under
pressure”, con un Lifeson estupendo tanto en las rítmicas como en
esos pequeños/grandes arreglos que no deja de ofrecer entre fraseos
rítmicos principales y un solo que prolonga cuando vuelve a entrar
la voz de Lee.
“Manhattan Project” es uno de los
ejemplos de temas más progresivos pero de duración concentrada que
figuran en “Power windows”. Tras la apertura de Peart con un
pequeño redoble de ritmo marcial, los teclados y sintetizadores
llevan la batuta, Lifeson vuelve a ofrecer un recital de arreglos
entre los cambios de ritmo del tema y Lee & Lifeson no pierden el
compás entre ellos. Tras este se nos presenta “Marathon”, en el
que esta vez el bajo lleva la voz cantante, Peart da una lección de
cómo ejecutar de manera brillante sin apabullar y tras un delicioso
y pequeño interludio instrumental, Lifeson regala un solo corto pero
maravilloso. Para enfatizar el carácter épico y, por momentos,
dramático, se inventan cosas tan sencillas como un arreglo de
teclado que parece imitar una pequeña lluvia de estrellas musical y
unas cuerdas que coronan la parte final.
Los toques asiáticos que da Lifeson al
comienzo de “Territories” junto a sus guitarrazos más agudos y
riffs enérgicos, son los cimientos de un tema en que los teclados
más prominentes se llevan buena parte del protagonismo.
“Middletown dreams” y “Emotion
detector” son dos canciones con un sentimiento algo melancólico,
además ambos comparte una temática similar, como herederas de las
líneas que trazó Peart en “Subdivisions”, esta vez animando al
oyente a no limitarse a vivir ocultando sus sentimientos, sino a no
tener miedo a expresarlos y perseguir sus sueños. Una vez más cabe
destacar la labor de Lifeson en el que, como ya he comentado,
posiblemente sea su trabajo más infravalorado, los diferentes
matices que aporta con una gama de recursos diferentes y arreglos de
todo tipo, están al nivel de su mejor obra.
Para cerrar el
trabajo, “Mystic rhythms” no podría tener un nombre más
acertado y su tono musical y lírico así lo constatan. Peart
despliega aquí todo su arsenal electrónico con un gusto exquisito y
la canción, a la par que mística, produce un efecto hipnótico.
Terminando con una curiosidad que
incide más en el carácter de la búsqueda de nuevas formas de
utilizar la tecnología que buscaban en ese momento los tres magos
canadienses , este fue su primer lanzamiento en formato cd.
Albytor
1987 |
Quienes acusaron a Rush de inmovilistas y conformistas a mediados de los ochenta, encontraron otro motivo para seguir echándoselo a la cara a los de Toronto con la publicación de su quinto disco de estudio en esa década, "Hold Your Fire", un trabajo al que tacharon de frio y que sacrificaba los riffs de guitarra y la pegada percusiva en beneficio de los sonidos sintetizados con los que Rush llevaban practicando desde comienzos de la década.
Ciertamente, esa será la única pega que se le puede poner a Rush aunque no la comparto para nada, ya que el trío canadiense por lo menos en la década más manida y maniatada por las corporaciones discográficas de la historia de la música popular, tuvieron los arrestos de seguir haciendo la música que les salía de las pelotas.
Y la música que alumbra "Hold Your Fire" es de todo menos mala, manida o conformista. Puede ser más relajada en según que temas ("Second Nature") ¡Pero que diablos! Estamos hablando de un disco de Rush, y eso va unido inexorablemente a música de calidad. Mismamente, ese tema es una delicia, muy Pop Rock si se quiere ver y atmosférico.
Ocurre algo parecido con "Prime Mover", aunque se trata de un tema más Rockero que el anterior. La formidable melodía que lo envuelve lo convierte en un temazo. Los paralelismos con el disco anterior "Power Windows" ( No en vano repite productor) se hacen palpables en la intensa "Lock & Key", bacanal de guitarras y sintetizadores que arropan a las características voces de los Rush ochenteros que en este disco dan un paso más al frente, evolucionando.
Que el ciclo musical de Rush continua expandiéndose en busca de nuevas aventuras es un hecho contrastable en varias de las canciones de "Hold Your Fire".
El formidable despertar del álbum con "Force Ten" es un buen ejemplo. Las carreras de teclados, guitarras, bajo y batería, seguidas de planeadas interrupciones Tecno a lo Ultravox, imprimen un caracter único a la música del trio. Algo que refrendan en las primordiales "Time Stand Still" y "Mission".
En la primera, en la cual colabora la vocalista Aimee Mann, su presencia dulcifica aún más las melodías de un tema ya de por sí melódico. "Mission" es enorme, un tema imaginativo, cuidadosamente pomposo e inteligentemente grandilocuente. Quien dice que Neal Peart estaba de vacaciones en este disco es que no le ha prestado suficiente atención a su trabajo mismamente en este tema
"Turn The Page" es otro ramalazo de música tecnológica y Rock, fecundada con el mismo esperma que "Mission", puede presumir de las mismas virtudes; grandes rítmos + inmejorables melodías. Ni tan siquiera las gélidas "Tai Shan" o "High Water" empañan un trabajo como "Hold Your Fire", lo suficientemente compacto para no naufragar en una década donde grandes transatlánticos se fueron a pique por sus ansias de dinero por delante de la expresión musical.
Caído en Little Big Horn
Ciertamente, esa será la única pega que se le puede poner a Rush aunque no la comparto para nada, ya que el trío canadiense por lo menos en la década más manida y maniatada por las corporaciones discográficas de la historia de la música popular, tuvieron los arrestos de seguir haciendo la música que les salía de las pelotas.
Y la música que alumbra "Hold Your Fire" es de todo menos mala, manida o conformista. Puede ser más relajada en según que temas ("Second Nature") ¡Pero que diablos! Estamos hablando de un disco de Rush, y eso va unido inexorablemente a música de calidad. Mismamente, ese tema es una delicia, muy Pop Rock si se quiere ver y atmosférico.
Ocurre algo parecido con "Prime Mover", aunque se trata de un tema más Rockero que el anterior. La formidable melodía que lo envuelve lo convierte en un temazo. Los paralelismos con el disco anterior "Power Windows" ( No en vano repite productor) se hacen palpables en la intensa "Lock & Key", bacanal de guitarras y sintetizadores que arropan a las características voces de los Rush ochenteros que en este disco dan un paso más al frente, evolucionando.
Que el ciclo musical de Rush continua expandiéndose en busca de nuevas aventuras es un hecho contrastable en varias de las canciones de "Hold Your Fire".
El formidable despertar del álbum con "Force Ten" es un buen ejemplo. Las carreras de teclados, guitarras, bajo y batería, seguidas de planeadas interrupciones Tecno a lo Ultravox, imprimen un caracter único a la música del trio. Algo que refrendan en las primordiales "Time Stand Still" y "Mission".
En la primera, en la cual colabora la vocalista Aimee Mann, su presencia dulcifica aún más las melodías de un tema ya de por sí melódico. "Mission" es enorme, un tema imaginativo, cuidadosamente pomposo e inteligentemente grandilocuente. Quien dice que Neal Peart estaba de vacaciones en este disco es que no le ha prestado suficiente atención a su trabajo mismamente en este tema
"Turn The Page" es otro ramalazo de música tecnológica y Rock, fecundada con el mismo esperma que "Mission", puede presumir de las mismas virtudes; grandes rítmos + inmejorables melodías. Ni tan siquiera las gélidas "Tai Shan" o "High Water" empañan un trabajo como "Hold Your Fire", lo suficientemente compacto para no naufragar en una década donde grandes transatlánticos se fueron a pique por sus ansias de dinero por delante de la expresión musical.
Caído en Little Big Horn
Fabuloso repaso: está claro que, salvo contadas excepciones, los ochenta no fueron buenos tiempos para el Prog. Rush lo hizo como pudo, entregando calidad (menos que en otros tiempos) pero manteniendo el sello intacto; eso sí, sobran sintetizadores.
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