ROCKPORTAJE: LED ZEPPELIN HOUSES OF THE HOLY

En el principio fue el verbo, y tras innumerables futilidades históricas llegó Led Zeppelin...

En 1972 el ente musical creado por estos titanes del rock se había ganado el paraíso después de publicar cuatro discos que, si bien fueron vapuleados de manera inmisericorde por la mayoría de críticos de la época, habían calado hondo en el alma y la psiqué colectiva de los fans, los cuales ansiaban más y más de la nueva doctrina que Page y sus adeptos estaban creando, así que el dirigible continuó su ascenso imparable y bien puede decirse que el período comprendido entre los años 1973 y 1975 fue su época de máximo esplendor.
Led Zeppelin & Jones, John Paul & Bonham, John & Page, Jimmy & P
Hartos de arrasar tanto en Europa como en los EEUU sin que eso pareciese tener la repercusión en los medios  que  otros artistas gozaban, decidieron planificar a conciencia su asalto mundial, el gran paso que los haría inmortales. Así que, con las llameantes palabras que prometían el éxito masivo en mente, decidieron tomarse las cosas con más  calma que hasta entonces y hacer un disco más maduro y heterogéneo abriendo nuevos caminos que los alejaban del blues y el folk primigenios para acercarlos a otras músicas, quizá en busca de un sonido más universal.
Peter Grant comenzó a mover  hilos y contrató a una puntera empresa de montajes escénicos, a un  agente de prensa experimentado(Lee Solters) y a un joven periodista(Danny Goldberg)  en nómina de Rolling Stone, una de las bestias negras de la banda, que ejercería de relaciones públicas y tendría la difícil tarea de limpiar la- por otra parte bien merecida- imagen de bárbaros lujuriosos e insaciables  que los cuatro jóvenes ingleses acarreaban desde sus inicios como grupo.
Houses of the holy fue un importante miliario en la carrera de estos titanes y representa el comienzo del nuevo Testamento de Led Zeppelin, una nueva era en la que la música de la banda ganaría en profundidad con unos desarrollos más complejos y unos arreglos más elaborados. Fue este el primer LP con un título propiamente dicho, que según parece, hacía referencia a los lugares dónde la banda tocaba en directo, lo cual puede parecer un alarde de egocentrismo, pero lo cierto es que conocían bien lo que en sus conciertos eran capaces de provocar a un nivel primario en la audiencia, y eso era algo que los acercaba, si no a ellos sí a su música, a la divinidad, al crear una suerte de comunión dionisíaca con sus seguidores.
El álbum fue grabado en su mayor parte en Stargroves, una casa de campo perteneciente a Mick Jagger, con el estudio móvil de los Rolling Stones, y finalmente mezclado por el omnipresente Eddie Kramer en su sancta sanctorum, los estudios Electric Lady. El resultado fue un producto con un sonido que a día de hoy continúa resultando  sorprendente, fresco y bello.

para la elaboración del arte de la funda contrataron a Aubrey Powell, uno de los creadores del mítico colectivo Hipgnosis, después de desechar al mismísimo Storm Thorgerson. A pesar de los numerosos incidentes que retrasaron la entrega y dlas muestras de descontento por parte de los miembros de la banda al ver el arte definitivo, podemos afirmar que el resultado fue sorprendente, una obra de arte del diseño gráfico, con un aura única, evocadora, cargada de misticismo y sin duda también perturbadora, que encaja perfectamente con el contenido del LP.
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Todos estos factores forman parte de un ente indisoluble que tiene como eje principal la excepcional música que plasmaron en estos surcos.

“The song remains de same” abre el álbum de una manera magistral. Page crea una densa red armónica con múltiples texturas de guitarras superpuestas, una idea con la que ya había trabajado anteriormente y que desarrollaría con más profundidad en el futuro en temas como Kashmir o Achilles last stand; toda una muestra de virtuosismo, no sólo en la ejecución, si no también en la composición y la producción. La base rítmica es puro gozo, con Bonzo derrochando clase y Jonesy luciéndose con un hermoso y melódico fraseo, por otra parte la interpretación de Plant es entusiasta y vitalista. 
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        En principio se trataba de un tema instrumental que llevaba por título “Overture” y que debía enlazar con “The Rain song”, también fue presentado en algunos conciertos como “Zep”, pero Plant tenía otra idea en mente para la canción, así que le añadió unos textos que alaban el poder cohesivo que la música ejerce de manera universal, y  pasó a llamarse, por un corto período, “The Campaign”, quedándose finalmente con el título que todos conocemos. Un tema lleno de júbilo, rico en matices y muy difícil de interpretar en directo.

“The rain song” es una bella y sentida balada que surgió como respuesta a una afirmación poco afortunada de George Harrison, el cual, según parece, le había dicho a Bonham que su banda no era capaz de hacer baladas. Page se lo tomó a pecho y encaró este desafío divino creando una tierna cadencia con afinaciones diversas en la que incluyó las primeras notas de “Something”. El apoyo rítmico de Bonzo es excelente, 
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quedando en un profesional segundo plano en beneficio de las bellas armonías; la voz de Plant es afectuosa y conmovedora a partes iguales, cargada de sensibilidad y no exenta de fuerza, según ha dicho el propio Plant en alguna ocasión se trata de la mejor interpretación de su carrera. Finalmente Jones añadió un sugestivo piano y unos dulces arreglos de cuerda sintetizados que convirtieron  una etérea tonada en un prodigio armónico, con un glorioso crescendo final en el que los cuatro brillan al unísono.
“Over the hills and far away”. Obra cumbre de los experimentos para amalgamar el folk y el rock duro que Page llevó a cabo desde los comienzos del grupo. Originalmente llevaba por título “Many, many times”,  fue compuesta durante las legendarias sesiones en Bron-Yr-Aur y completada en la carretera. El tema comienza con una bucólica introducción de guitarra acústica, a la que se le une, en perfecta armonía, otra de doce cuerdas. Plant hace acto de presencia en un tono melancólico, las guitarras acústicas crean un crescendo hasta que el tema explota y se convierte en un bombazo de incipiente y eléctrico heavy metal con un indómito riff a cargo de Page, una imponente base rítmica mediante la cual Jones y Bonham revelan al mundo que sus almas están en perfecta comunión y un Plant desatado que eleva su radiante voz cantando unos pastorales versos. Finalmente el tema retoma el tono bucólico y  Jones interpreta con el clavicordio una coda en la que se repiten los primeros compases de la introducción al tiempo que mediante un bien realizado fadeout el sonido parece dirigirse hacia el crepúsculo.

The Crunge” cierra la cara A del vinilo original. Es un tema construido alrededor de 
JohnPaulJones-JazzBass
un fraseo de guitarra al estilo de Jimmy Nolen, con el  que Page  llevaba coqueteando desde hacía casi un lustro. Fue este el primer flirteo del grupo con los ritmos funk y sin duda el más paródico de todos, con guiños directos y sarcásticos a Mr. Dynamite. Un extraño tema de baile imposible de bailar debido a los continuos cambios de ritmo, en el que tanto Bonzo como Jones resplandecen con sus respectivos instrumentos.
Con “Dancing days” comienza la cara B. Un tema de hard rock festivo y directo, una canción llena de vitalidad y buen rollo, con un gran riff de sabor oriental inspirado en una melodía que Page y Plant habían escuchado en su estancia en India y con una letra deudora del movimiento hippie que estaba ya en decadencia por aquel entonces. Existe una versión acústica primigenia que fue retomada en alguna ocasión en directo y que solían insertar en Bron-Yr-Aur Stomp. Eddie Kramer recordó en una entrevista, años después, la primera vez que los chicos escucharon el resultado con estas palabras: “Recuerdo a los cuatro bailando en fila en el césped la primera vez que la reproducimos, celebrando esa cosa increíble que acababan de grabar”.

“D’yer Mak’er” es una suerte de parodia experimental maravillosa con una batería sobrenatural, una letra simplista pero efectiva y un fraseo de guitarra juguetón.
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 Un extraño acercamiento a la música reggae, la cual comenzaba a ganar popularidad por aquel entonces. Una canción sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato al oyente, divertida, retozona y definitivamente genial. El título es un chiste propio de la pérfida Albión, ya que allí lo pronuncian de manera parecida al nombre de la isla que vio nacer a Jimmy Cliff.
“No quarter”. Nos encontramos ante una de las cimas artísticas de Led Zeppelin. El tema ya había sido grabado anteriormente pero no terminaban de encontrarle el punto, hasta que por fin dieron con la clave al ralentizar el tempo, con el consiguiente cambio tonal, y hacer unos pequeños cambios estructurales. Jones  filtró el sonido de su Fender Rhodes a través de un sintetizador añadiéndole un efecto de oscilación y utilizó los pedales de bajo, para crear una línea sinuosa y profunda que añadió cierto misticismo al resultado final. Por su parte Page se dedicó a experimentar con diferentes efectos hasta conseguir una alquimia sonora fuera de lo común, que mucho tiempo después continúa asombrando, al mismo tiempo añadió un fabuloso solo de corte jazzístico, atípico dentro de su discografía. La voz de Plant suena distorsionada y canta una de las mejores letras que jamás escribieron, toda una declaración de intenciones que los define como artistas. El trabajo de Bonzo también es extraordinario, muy comedido, apoya fielmente el desarrollo armónico. En definitiva, Page, Plant y Jones crearon una obra maestra cargada de misterio que se convertiría de inmediato en parte central de la liturgia en directo de la banda y especialmente en ostentación de la maestría musical de Jones.

“The Ocean”. La voz de Bonzo nos introduce un rock and roll que no se ciñe al estandarizado cuatro por cuatro,  tocado con maestría y pericia y que demuestra, una vez más,  la evolución que Led Zeppelin estaba obrando en la música popular. Es este un tema festivo que rinde homenaje a ese océano humano que asistía a sus ceremonias en forma de concierto y que rugía violentamente como una fuerza de la naturaleza desatada. Un gran tema que nos deja con ganas de más, perfecto para cerrar un disco colosal.
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Fuera del disco quedaron muy buenas canciones como “Black country woman” o “Walter’s walk” y obras geniales como “The Rover”, así como el tema que dio título a este álbum, “Houses of the holy”, tal era el estado de gracia en el que se encontraban.

En definitiva nos encontramos ante un disco soberbio, que fue el principio de muchas cosas en la carrera de Led Zepp. Posiblemente su álbum más heterogéneo y rompedor, puro éxtasis musical plasmado en vinilo, que funcionó como catarsis y renacimiento musical y que les reportaría un éxito sin precedentes. Después de su publicación seguirían ascendiendo hasta dónde ningún grupo había llegado, batiendo records de asistencia y recaudación, vendiendo más discos que nadie y terminando así de forjar una leyenda que continúa ejerciendo una fascinación arrebatadora y se antoja inmortal.
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“They choose the path where no-one goes
They hold no quarter.”
Odiseo Haller

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