No vamos a descubrir ahora las
excelencias de una banda que se ha instalado, por méritos propios,
como una de las referencias del actual panorama Rock internacional. A
ver… tampoco es que hayan descubierto la Piedra Filosofal: sus
canciones, estructuras y ritmos pertenecen a muchos de los grupos de
los 60 y 70. Pero el buen gusto con el que fusilan, a veces, esas
texturas de antaño es lo que les ha dado esa popularidad de la que
gozan ahora los chicos de Buchanan.
Esta continuación de su exitoso
“Great Western Walkiria” es, precisamente, eso. Una continuación.
Nos hemos aprendido el guión, y como funciona, pues seguimos en esa
línea. Incluso seguimos utilizando el mismo sonido áspero,
desentonado a veces, y orgánico que nos acompañaba en el anterior
trabajo.
Holiday prefiere no arriesgar con los
solos, cuando sabe que un buen surtido de riffs puede llegar a ser
igual de efectivo. Algún desmelene aislado, pero nada más.
Y Buchanan… ¿qué más se puede
decir de este hombre? Me río a veces viendo los rankings de mejores
vocalistas de rock, viendo que este portento no sale ni en los
reservas. Menuda cultura tenemos, amigos.
Led Zeppelin está, como de costumbre,
muy presente en el ambiente de este disco. Y ya lo dejan claro con la
inicial “Hollow Bones Pt. 1”, donde el riff a lo Page marca el
inicio del viaje.
Otros temas más sensuales, menos hard
rock, como “Tied Up” o “Pretty Face”, o tempos más bluesy
como “Fade Out” o “Black Coffee” (gran versión ésta, con un
aire y unos coros negros realmente soberbios), contrastan con asuntos
más duros, como la grandiosa “Hollow Bones Pt. 2”.
Un tema con una atmósfera misteriosa
y densa, que se rompe con un poderoso riff, y con Buchanan entonando
una especie de letanía religiosa, rogando a Dios y al Creador. En un
momento del tema, los instrumentos callan, dejando únicamente la
poderosa voz del cantante como protagonista. El solo es capaz de
mantener la tensión. El mejor tema del disco, para un servidor.
Como ya he dicho, si os gustó el
anterior, os va a gustar éste. Por ponerle algún “pero”, diría
la brevedad del metraje, y un último tema, lánguido y acústico,
que se podrían haber ahorrado. No pega mucho en el contexto general
del disco.
Ahora toca ver si en próximos
trabajos van a arriesgar más, y subir la apuesta.
Ritchie Moreno
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