QUEENSRYCHE 'RAGE FOR ORDER' & 'OPERATION MINDCRIME'

En el Año de Nuestro Señor de 1986, y después de un EP y un primer larga duración un pelín controvertidos (a estos chicos les llovieron palos para hacer un fuerte por sus similitudes con unos tales Iron Maiden), llegó a nuestras manos este, también controvertido, artefacto.

Nadie se esperaba, ni por asomo, el asombroso cambio estilístico (a todos los niveles: musical, de imagen…) que los chicos de Seattle se iban a marcar.

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1986
De entrada, nos encontramos una portada inquietante. En el anverso, el globo terráqueo dominado por el “triryche”, un símbolo que aparecía por primera vez en este disco, y que se iba a convertir en el símbolo característico de la banda en todo lo que lleva de existencia. 

El reverso… ay, el reverso. La banda, maquillada, peinada y vestida como si se hubieran preparado para ir a la ópera. Primer shock para sus seguidores, que no concebían que fuera la misma banda llena de cuero de las dos anteriores entregas. Las pintas no eran porque sí… una vez te habías familiarizado con el contenido del disco, llegabas a entender esos estilismos. ¿Cuestión de marketing? Una apuesta un poco arriesgada…

Vayamos al disco. Se abre con un tema, “Walk In The Shadows”, que bien podría haber formado parte de “The Warning”. Un tema directo, al mentón, y que aún hoy forma parte de su setlist en directo (yo creo que es el único de ese disco que los Rÿche se permiten tocar a día de hoy). Geoff Tate ha mejorado, y mucho, su registro vocal desde los dos trabajos anteriores, y su forma de cantar es sobrehumana. Creo que pocos gritadores profesionales llegan a sus agudos.

Después del primer impacto, llega la primera sorpresa de este trabajo, la onírica “I Dream In Infrared”, con sus guitarras acústicas desgranando una melodía a ratos tranquilizadora, a ratos melancólica. La melancolía es uno de los rasgos característicos de este disco. Casi todos los temas rezuman un aire plomizo, como una tarde lluviosa de otoño en Praga. También en este tema notamos la primera inclusión de coros respaldando la voz de Tate. Todo un acierto, porque esas armonías vocales le dan un extra de sofisticación a los temas, ya de por sí, bastante sofisticados.

Otro aspecto llamativo es la producción, o sobreproducción para algunos, del disco, cortesía de Neil Kernon. Y los muchos teclados que, frecuentemente, arropan las canciones. Esos sintetizadores sirvieron también de excusa a sus detractores para machacar este disco a base de bien. Yo creo que le dan una atmósfera única, que no hubieran encontrado sin esos trastos.

“The Whisper”, firmada por DeGarmo, es el siguiente. Muy en la onda también de “The Warning”, se nutre de una melodía casi militar, marcada por las twin guitars de Wilton y DeGarmo. 
De ahí pasamos a la polémica total: “Gonna Get Close To You”. Una versión de un tal Dalbello, que creo que triunfó por los 80.

Una versión casi industrial, mecánica, tecno… con Tate recitando, más que cantando, por encima de un ritmo frío, robótico… Esta canción fue la elegida para ser el primer single del disco, y ahí se dispararon todas las alarmas. Queensryche habían hecho un disco tecno !!!! Recuerdo oír a un conocido (quizá, el que más) locutor de radio rockera de este país, gran vindicador, decir, despectivamente, que los Ryche se habían convertido en los Mecano del metal. Creo que no se había oído el resto del disco. 

Después del supuesto “disgusto”, nos vamos a la, para un servidor, auténtica joya del disco: “The Killing Words”. A día de hoy, creo que es mi tema favorito de la banda. Una entrada de, cómo no, sintetizador, da paso a un canción soberbia. Melancólica a chorros, fría, desgarradora… un recuerdo de otros tiempos que machaca al protagonista de la historia. Y un solo de guitarra de DeGarmo que se te mete en el tuétano… una canción llena de sensaciones, para mi gusto, muy corta.

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TATE/DeGARMO RAGE FOR ORDER TOUR!
Despertamos del sueño para sumergirnos en “Surgical Strike”. Rápida y afilada pero, para mí, la más floja de este trabajo. Creo que no está a la altura del resto de composiciones, hubiera quedado mejor de cara B.

La segunda parte del disco es, si cabe, más compleja. Temas más largos y bastante góticos. Como “Neue Regel”, con esa mezcla de acústico, guitarreo, y teclados con cierto aire industrial también. Tate dá en este tema una auténtica exhibición de poderío vocal.

“Chemical Youth (We Are Rebellion)” será seguramente el tema más duro del disco. Con un ritmo también muy militarizado, cambiante… y a ratos experimental, como ese mini-solo de batería estroboscópica que se marca Rockenfield hacia el final del tema, mientras las guitarras de Wilton y DeGarmo aúllan sin control. Otro de mis favoritos.

“London” es otro de los temas más melancólicos del disco, y donde más se aprecian las armonías vocales, que lo convierten en una canción espectacular. Con unos solos de guitarra, marca de la casa. Es curioso como, yo por lo menos, he aprendido a identificar esos solos entre cientos. Las dobles guitarras de estos tipos se han convertido en una seña de identidad propia con los años.

“Screaming In Digital” es otro de los puntos flojos del disco. También muy tecnificado, los teclados silencian bastante a las guitarras (muy Maiden), y eso se nota en la calidad del tema. 

Y llegamos al final, apoteósico, con una auténtica delicia de la oscuridad, “I Will Remember”. Completamente acústico, triste, con sabor a despedida definitiva. Cuidadito con este tema, en determinadas circunstancias, puede ser hasta peligrosa su escucha. Si estás pensando en saltar de un puente, puede que este tema te termine de convencer, jejejeje…

Haciendo balance, para un servidor, el mejor disco de estos tipos. Hay que tenerlos cuadrados para arriesgarse a hacer un disco así con la que estaba cayendo por aquel entonces. Creo que solo unos pocos lo entendimos en su día, aunque me reconforta que ahora, después de los años, se está valorando en su justa medida. Me puedo imaginar el suplicio de la banda abriendo conciertos para Ratt, Bon Jovi, u Ozzy Osbourne en aquella época.

Lo dicho… date el gustazo de un viaje a la oscuridad, a la sordidez, y a la melancolía. No te vas a arrepentir.



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1988
Después del impacto que produjo el lanzamiento del, para algunos, extraño “Rage For Order”, la expectación estaba al máximo ante lo que los de Seattle podrían parir esta vez. ¿Harían caso de las numerosas críticas, y volverían a la senda del metal clásico? ¿O darían una nueva vuelta de tuerca, y nos obsequiarían con algo aún más bizarro?

Pues, ni lo uno, ni lo otro, amigos. Se descolgaron con… un álbum conceptual !!! La historia de Nikki, un adicto a las drogas, e inestable emocionalmente, que es utilizado por el Dr. X, el líder de una siniestra organización revolucionaria secreta, para sus maquiavélicos plantes de dominación mundial. 

Suena bien… eh ? La historia se desgrana en los 15 temas que componen este artefacto, no precisamente de fabricación casera. Un cuidado diseño y la producción (para mi gusto, un tanto deficiente) de Peter Collins se encargarían de dar forma a esta trama musical.

En aquellos años, el que un grupo de metal se metiera en un fregao como éste, el de un álbum conceptual, sonaba poco más o menos a suicidio comercial. Esas cosas, hasta entonces, estaban destinadas a los grupos de rock, digamos (y utilizando la expresión de la época)… sinfónico. Y a algún majareta tipo Frank Zappa, o similares. 

Pues nuestros amigos Tate, Wilton, DeGarmo, Jackson y Rockenfield se arrojaron a la arena sin capote y sin estoque, dispuestos a recortar lo que se les venía encima. 

El álbum comienza con un balbuceante Nikki, que aparentemente empieza a recordar, después de un tiempo en trance, todo lo que le ha ocurrido. Los compases de una militarizada e instrumental “Anarchy-X” dan paso al relato musical.

“Revolution Calling” le sigue… y ya vemos que nos hemos dejado de canciones tecnificadas y sobreproducidas. El afilado dueto de guitarras de Wilton y DeGarmo, un poco al estilo Thin Lizzy, y el sincopado ritmo te sumergen en un tema dinámico, ideal para abrir un disco y un concierto. Es cierto… han revolucionado su sonido de nuevo.

El tema que da título al disco, “Operation MIndcrime”, así como “Speak” y “Spreading The Disease” son los tres trallazos que le siguen y, para mi gusto, la parte más dura e interesante del disco. Sin tregua, y a toda velocidad, sobre todo en las dos últimas. También notamos que mantienen ese buen gusto por los coros que ya iniciaron en su anterior trabajo.

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MINDCRIME TOUR DE FORCE!
Los solos de DeGarmo y Wilton te taladran, se solapan, aparecen y desaparecen por un canal, por el otro. No sé si ha habido en la historia del metal dos guitarristas que se complementaran mejor. Sin demasiados alardes técnicos, pero siempre al servicio de la eficacia de la canción.

Entramos en la parte central del disco, más teatral. “The Mission”, “Suite Sister Mary”, “The Needle Lies” y “Electric Requiem” son temas totalmente al servicio de la trama de la historia. Algunos atmosféricos, y otros hasta con la inclusión de voces femeninas, como la de Pamela Moore, que tan buen juego les han dado en sus actuaciones en directo. 

Hacia el final del disco nos encontramos temas contundentes pero, al mismo tiempo, de cierto aire comercial. “Breaking The Silence” y “I Don’t Believe In Love” tienen estructuras muy cuidadas, voces y coros muy eficaces, y unas guitarras limpias y complementadas. La base rítmica formada por Jackson y Rockenfield se hace notar en ellos, sobre todo en “I Don’t Believe…”.

Tras dos “intros”, “Waiting for 22” y “My Empty Room”, llegamos a otro de los platos fuertes del disco, la inmensa “Eyes Of A Stranger”. Quizá, el mejor corte de este trabajo. Intensa, dramática, y con un Geoff Tate soberbio. Un tema para su absoluto lucimiento. También podemos notar en esta canción el fuerte apoyo de unos teclados que añaden dramatismo al asunto. Un cierre espectacular a un disco espectacular.

Mucha gente considera este disco una obra maestra del metal contemporáneo… no seré yo quien les contradiga. Después de este trabajo, los de Seattle pasaron a ser uno de los referentes no solo del metal, sino que se incorporaron a esa rara Liga de grupos que ya iban un poco más allá… hacia el metal progresivo.

El término, con el tiempo, se ha utilizado para calificar a grupos con un alto grado de experimentación en sus temas, aparte de un nivel técnico estratosférico. Lo del nivel técnico quizá sea discutible en el caso de Queensryche, pero nadie les va a negar ese extra de experimentación en todos sus discos. Tanto, que al final, en algún caso, se pasaron de frenada… (ese infame “Dedicated To Chaos”). 

Un disco que deberían enseñar en los colegios.

Ritchie Moreno


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