Dale al play, o baja la aguja sobre el vinilo, que estos discos son para disfrutar en analógico si es posible, y déjate llevar por el aullido del lobo echo garage Rock con el que empiezan batalla, o el Power Pop con esas guitarras tan Peter Buck y que, efectivamente, recuerdan a los REM del 'Murmur' que envuelve esa chocolatina que es 'Alex Trebek'. Así durante media hora que seguramente será hora y media si no hay mal que lo remedie, porque estarás en bucle con 'Child Of The Moon', 'The Show is Over' o 'You Got The LOVE, LOVE durante unos cuantos días, palabra!
Otras leyendas garajeras, The Woggles regresan a 45 revoluciones por minuto con 'Nothing More To Say' por un lado y ''Sweet Freedom' por el otro. En esta ocasión y como casi siempre los de Atlanta vuelven a dar en el blanco del mejor Sixties Punk, haciendo gala de que se saben como nadie el catálogo que encabezan Remains, Syndicate Of Sound y demás bestias pardas del género al que los americanos llevan dándole su propia lectura desde hace casi treinta años. Dos temas que al final saben a poco y te obligan a pincharlos nuevamente o a volver directamente sobre 'Teen dance Party' , 'Fractured' o cualquiera de sus explosivos trabajos.
'Shelf Life' es el doceavo trabajo de la banda, se dice pronto para una época como esta donde la venta de discos ya no es lo que era, lo que no parece importar demasiado a Shelton para ponerse a la puerta del colegio con sus nuevas once rodajas mágicas a base de melodías pegadizas, guitarras punzantes y energía como si de los primeros 80 se tratase. Piensa en 20/20, The Shoes, los noventeros The Subliminals, Gim Blossoms e incluso REM cuando escuches 'Father Of Bridge', 'All The Same' o la vigorosa 'We Grow Up' que abre las once nuevas canciones del combo.
Soledad y tristeza en tiempos Covid y pre Covid, pero también historias de amistad y amor contadas y encorsetadas en pos de la canción Pop perfecta de tres minutos y medio, 'Hide Away' o 'Who Cries' pueden ser las ganadoras dentro de un cocktail estupendo que al beberlo te llevará a los tiempos en los que Phil Seymour era uno de los mejores. Un redondo que no necesita ni prospecto ni receta.
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