IRON MAIDEN 'THE NUMBER OF THE BEAST' 1982

 Vamos a hablar hoy del nada más y nada menos que 40 aniversario de uno de los discos que, a todos ellos que amamos el rock en general, y el metal en particular, más nos han marcado. Un artefacto que salió allá por el lejano ya 1982, en pleno auge de la New Wave Of British Heavy Metal, de la que Iron Maiden serían, si no su máximo exponente, una de las referencias del movimiento.

                Después de dos discos con más o menos éxito, con Paul Di Anno, a las voces, Maiden afrontaba un tercer trabajo con el que fuera cantante de Samson, Bruce Bruce, rebautizado para esta labor como Bruce Dickinson. El bueno de Paul había dejado un legado complicado de igualar, con dos trabajos a medio camino entre el metal y el punk, y Bruce, a priori, no era el cantante más adecuado para seguir en la línea de lo trabajado con DiAnno. Se imponía un cambio de estilo.

                Y Steve Harris, que para estas labores es un auténtico visionario, fichó a Dickinson para acercarse más al metal que imperaba en esos momentos en las islas, y alejarse, casi definitivamente, del ramalazo punk. Su idea era liderar el movimiento metalero británico con un enfoque diferente. Se la jugaba el grupo.

                Y el resultado no pudo ser mejor… un disco que a día de hoy sigue siendo la referencia del movimiento, y que está, o debe estar, en toda discografía rockera que se precie.

                Para afrontar este disco, Maiden contaba con Steve Harris, bajista, principal compositor, y alma mater del grupo desde sus comienzos, con un estilo absolutamente inconfundible a la hora de aporrear las cuatro cuerdas. Su estilo, “al galope” como a muchos técnicos les gusta definirlo, todavía le reporta premios y menciones en revistas especializadas. Uno de los mejores y más reconocibles bajistas del planeta.

                Las guitarras corrían a cargo de Dave Murray y Adrian Smith, con ese estilo “twin guitars” que grupos como Thin Lizzy (una de sus grandes influencias) habían hecho famoso ya hacía unos años. Sin virguerías innecesarias, el estilo de los dos guitarristas, alternando rítmicas y solistas, cumplía a la perfección con los diseños musicales de Harris.

                A la batería, y para un servidor, un verdadero coloso: Clive Burr. Ya había dado muestras de su clase en el anterior disco, “Killers”. Pero es que en éste da una lección maestra de como golpear los parches. Ya en el primer tema, “Invaders”, nos hace una verdadera exhibición, y aviso de lo que nos espera. Una pena que su carrera se truncara tan pronto, a saber de lo que estaríamos hablando de haber seguido en esa progresión.

                Y, finalmente, el chico nuevo. Bruce “Air Raid Siren” (como reza en los créditos del disco) Dickinson. Lo de “Air Raid Siren” no es porque sí… esos gritos y esos agudos q

ue alcanza en algunos momentos pueden servir de aviso de bombardeo en muchas ciudades. Un tipo que venía de cantar con Paul Samson y su banda (si, esa banda que tenía por batería a ese ser extraño encapuchado llamado Thunderstick, y que se pelaron el culo tocando por todos los festivales de las islas).

                Vamos a ir desgranando esta barbaridad.


                INVADERS: no, no es un tema sobre invasores extraterrestres como alguno puede llegar a pensar. Se trata de una historia sobre las correrías, el pillaje, y las tropelías de esas sanguinarias hordas llamadas vikingos. Harris comienza a introducir elementos históricos en sus composiciones, algo que seguiría haciendo con frecuencia en positeriores discos. El ritmo de este tema es frenético, como si estuvieras en mitad de una incursión bárbara medieval. Burr no da tregua con sus parches, y Harris galopa enloquecido con su bajo, llegando a ser el verdadero protagonista en casi todo el tema.

                CHILDREN OF THE DAMNED: algunos llamarán a ésto una “balada”, pero ese aire siniestro que rezuma no es para estar muy tranquilo. En esta canción Dickinson empieza a demostrar las razones por las que se le fichó, no hay más que oír su espeluznante grito al final del tema para darse cuenta. Un medio tiempo épico.

                THE PRISONER: otro tema movidito, que comienza con un diálogo peliculero, para dar paso a los tambores de Burr, que de nuevo te avisa de lo que se te viene encima. Rapidez, contundencia y virtuosismo a partes iguales. Aquí es donde comienzan e introducir estribillos, de ésos que se te quedan pegados, algo que no solían hacer en sus anteriores trabajos, y que añaden a éste un cierto aire de comercialidad.

                CHILDREN OF THE DAMNED: algunos llamarán a ésto una “balada”, pero ese aire siniestro que rezuma no es para estar muy tranquilo. En esta canción Dickinson empieza a demostrar las razones por las que se le fichó, no hay más que oír su espeluznante grito al final del tema para darse cuenta. Un medio tiempo épico.

                THE PRISONER: otro tema movidito, que comienza con un diálogo peliculero, para dar paso a los tambores de Burr, que de nuevo te avisa de lo que se te viene encima. Rapidez, contundencia y virtuosismo a partes iguales. Aquí es donde comienzan e introducir estribillos, de ésos que se te quedan pegados, algo que no solían hacer en sus anteriores trabajos, y que añaden a éste un cierto aire de comercialidad.

22 ACACIA AVENUE: el tema más “prog” del disco, si se me permite la expresión. Constantes cambios de ritmo para adornar la historia de la prosituta Charlotte The Harlot, un personaje que ya pululaba por discos anteriores. Uno de los mejores cortes del disco, muy entretenido.

                THE NUMBER OF THE BEAST: pasamos a la parte más “comercial” del disco. Este tema quizá ha estado un poco sobreexpuesto, y junto con “The Trooper” quizá sea el más reconocible, no ya por la gente que seguimos a la banda, sino por gente a la que quizá ni siquiera le guste el rock. Quién no ha gritado en algún momento…. SIX !  SIX SIX !!!  THE NUMBER OF THE BEAST !!!!!! Gran trabajo a las guitarras de Murray y Smith.

                RUN TO THE HILLS: tres cuartas partes de lo mismo. Este tema fue el primer single del disco, y yo creo que poco tiene que ver con el resto. Estribillo fácilmente reconocible también, y un claro ejemplo del estilo “galopante” de algunas de las canciones de Maiden.

                GANGLAND: un tema, a mi modo de ver, bastante infravalorado. Mucha gente lo considera un relleno en el disco, pero a mí me parece un temazo. Empezando por, una vez más, esa intro salvaje de batería de Burr, y siguiendo con la exhibición vocal de Dickinson. Rápido y afilado como un cuchillo.

                HALLOWED BE THY NAME: el mejor corte del disco, y el más largo. Otro tema bastante proggy, con cambios de ritmo, épica, y todas las virtudes que la banda puede ofrecer. La historia, la de un condenado a muerte viviendo sus últimos momentos. El final, a toda pastilla, es apoteósico. Y Dickinson, definitivamente, se hace con el puesto. Yo no he oído cantar a este hombre mejor en ningún otro disco.

                Hay alguna reedición por ahí que incluye algún tema extra, como “Total Eclipse”, un buen tema que, inexplicablemente, quedó fuera del disco, siendo una buena canción.

                Bueno, chavalada, pues con este desglose no creo que os haya descubierto nada nuevo, pero no está mal darle un repaso ahora que se cumplen 40 añazos de la publicación. Recuerdo, allá por el 82, ir a mi Centro de Estudios por el barrio de Malasaña, en Madrid y, en una pequeña tienda de discos que había por ese barrio, quedarme hipnotizado mirando la portada del disco, que tenían expuesto en el escaparate. Era como en los tiempos de los Reyes Magos, que te quedabas ojiplático viendo los juguetes. La insana curiosidad que me entró por ese artefacto me condenó a lo que soy hoy, un adicto al metal pesado.

 Gracias sean dadas a La Bestia.

                Ritchie Moreno.







        

 

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