Los primeros 70 fueron exuberantes,
musicalmente hablando. Tenías de todo: Hendrix estaba vivo, Led Zeppelin
empezaban a ser muy grandes, grandes festivales con lo mejor del momento por
aquí y por allá… y el nacimiento del que nosotros llamamos “género progresivo”,
y que algunos denominaron (y denominan a día de hoy) “rock sinfónico”, un
término que a mí, particularmente, me pone de los nervios…
Si, amigos. El progresivo. Ese
género que algunos creen que es solo para nerdys gafapastosos, e intelectuales
venidos a menos. Craso error.
El movimiento progresivo de
primeros de los 70 fue, como ya he dicho, exuberante. Teníamos a los Génesis de
Peter Gabriel regalándonos sus mejores trabajos. A Emerson Lake & Palmer
comenzando con sus excesos. Al Rey Carmesí comenzando una carrera brillante que
aún dura… y entre los muchos etcéteras que hay después, teníamos a YES.
YES, una banda británica que
desde 1969 ya había lanzado cuatro discos, y que ya había logrado algún éxito
masivo con alguno de ellos, como Fragile, otro de los imprescindibles de la
banda.
Así que llegamos a 1972, y
Anderson, Howe, Squire, Wakeman y Bruford se ven en la obligación de, al menos,
igualar la marca de su antecesor. Los de Atlantic ya habían calado de lo que
eran capaces esta gente, y no se iban a conformar con un disco menor. Así que
las expectativas estaban más que altas.
En Febrero de 1972 el grupo entra
en el estudio con Eddie Offord, un productor al que muchos denominaron en su
día “el sexto miembro de Yes”. Tal es la sintonía y la simbiosis que se dio
entre banda y productor.
El trabajo de grabación no fue
fácil. De hecho, el título del álbum “Cerca del Límite”, se refiere a esas
difíciles sesiones, donde los temas que se desarrollaban en los ensayos eran a
veces tan complicados, que la banda no era capaz de repetirlos en la siguiente
sesión, así que decidieron grabar todos los ensayos. La imaginación de los
músicos también estaba al borde, y hubo frecuentes discrepancias entre ellos en
lo que deberían ser los temas del álbum. Así que sí… la cosa estaba “close to
the edge”.
Todas esas complicaciones,
discrepancias y expectativas fueron al final un caldo de cultivo que terminó
con el alumbramiento del, quizás, mejor álbum de la banda (para un servidor lo
es), y uno de los mejores álbumes progresivos de la historia del Rock,
influencia aún en el día de hoy para muchos otros grupos.
Tres únicos temas lo componen,
eso sí, cada uno con distintas secciones (excepto “Siberian Khatru”, que aun
así se va a los casi 9 minutos.
Hay de todo, como en cualquier
buen álbum progresivo que se precie: complejidad instrumental, como en el
comienzo del tema que da título al disco, la parte que ellos denominaron “The
Solid Time Of Change”, donde Howe y Squire rivalizan con sus instrumentos.
Partes vocales y coros angelicales, como nos tiene acostumbrados el Sr.
Anderson. Partes tranquilas, casi oníricas, como en la sección denominada “I Get Up, I Get Down”, donde al
final Wakeman se desboca con sus partes de órgano, sumergiéndonos en un
ambiente casi eclesiástico.
Secciones bucólicas, como en el
comienzo de “And You And I”, con una acústica de Howe que podría ser,
perfectamente, el mejor remedio contra el estrés.
La parte bucólica se acaba cuando
Wakeman y sus excesos con el teclado entran en acción. Podrás ser o no fan suyo
(hay que reconocer que el muchacho era muy dado a la grandilocuencia y la
pompa), pero creó un estilo propio y reconocible entre todos los teclistas
habidos y por haber.
El final de ese tema acaba con la
fusión de las dos partes, la bucólica y la grandilocuente, en un final que es
uno de los mejores del repertorio de los británicos.
Anderson, Howe y Squire tramando algo en el estudio con Eddie Offord de espectador |
Mención aparte para Chris Squire
y sus líneas de bajo, auténtica marca de la casa y sin los que el sonido de Yes
no sería el mismo.
“Siberian Khatru” , como digo, es
el tema mas corto (¿?) del disco, y quizá el más rockero, teniendo ese aire de
“jam sesión”, y en el que Howe toma el mando de las operaciones.
Pues con este saber hacer y este
disfrute que algunos hemos gozado durante años, nos hemos plantado en los 50
años de la criatura. Y, a día de hoy, el disco sigue sonando tan innovador y
fresco como cuando salió hace medio siglo. Es, amigos, uno de los mejores
discos del siglo XX, no ya progresivo, sino de la historia del Rock. Y toda una
referencia aún para bandas que no tienen que ser progresivas precisamente.
Musicalmente, toda una lección de maestros de su instrumento, auténticos
gigantes en lo suyo.
YES han comenzado hace poco una
gira de celebración de este disco. Y, aunque el grupo ya no está integrado por
alguno de los gigantes que lo grabaron (yo echo especialmente de menos a
Squire), será una buena ocasión de echar la vista atrás y recordar todos los
buenos ratos que hemos pasado con este artefacto.
En este sentido, quisiera dar las
gracias a los de Discoplay, que me abrieron las puertas del nirvana musical
facilitándome esta maravilla en unas rebajas.
Benditos sean donde quiera que
estén…
Ritchie Moreno
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